La crítica -
Por J.M.S.
Sin tregua para el aburrimiento, el director Shane Black, cuya carrera profesional ha sido más fructífera en la parcela de guionista (Arma letal y secuelas, El último gran héroe), ha actualizado la popular franquicia, más en concreto la ha rodado treinta años después del lanzamiento de la primera entrega de Depredador, en 1987. Supone el regreso a la gran pantalla, con estilo “ochentero”, del cazador intergaláctico que siente nula simpatía por la raza humana.
Quinn McKenna es un ranger militar de las fuerzas especiales retirado de servicio y convertido en mercenario, que lleva un tiempo alejado de su mujer y su hijo, un niño autista muy inteligente. Tras contemplar McKenna, en una de sus misiones, la llegada de un ovni a la tierra, es detenido y encerrado junto con un grupo de soldados veteranos que padecen todo tipo de trastornos psíquicos. Paradójicamente, en esta banda de seres rechazados por la sociedad encontrará la unidad más valiente para enfrentarse a un enemigo tan letal como astuto.
Los momentos divertidos, de humor negro, se suceden en un desarrollo plagado de acción y de sangre, menos de terror. Un argumento que no se limita a ser una persecución entre cazador y presa, y que funciona haciendo constantes guiños a películas famosas.
Sobre la criatura, El Yautja, el nombre del aterrador alienígena, en el año 1987 fue una creación del especialista de efectos especiales en maquillaje Stan Winston, responsable de otros monstruos del celuloide como Alien y Terminator. De ahí que se haya respetado bastante su fisonomía y, sobre todo, su personalidad para entender la debilidad de su adversario No obstante, mientras en las películas primigenias el Predator lo encarnaba un actor muy alto enfundando en su vestuario, en esta película es digital.
Precisamente esa recreación visual es lo más atractivo de los efectos especiales que, aunque vistosos, no son originales. En cuanto a los personajes, entre los humanos Boyd Hollbrock, está creíble en el papel de un “macizo valiente” bien acompañado por el pequeño Jacob Tremblay, quien a sus 11 años tiene mejor curriculum profesional que algunos de sus compañeros veteranos (La habitación o Wonder).