Luis del Olmo

Antonio Pérez Henares
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El pastor de tertulianos

El periodista (arriba, en el centro), junto a un grupo de compañeros.

Sé que me va a reñir Javier González Ferrari, pues ciertamente fue el primero en complementar a diario su Hora 25 en la SER con algunos comentaristas políticos, pero el que los bautizó como tertulianos y quien en cierta manera los puso en órbita hasta llegar a la actual inflación fue Luis del Olmo. 

 El ilustre periodista es uno de esos grandes de la radio española, que los ha dado y los sigue dando potentes, y que han marcado y marcan épocas y generaciones. Él e Iñaki Gabilondo, jubilados ambos ya, fueron las cabezas de serie y ranquin. Hoy otros, como Herrera y Alsina, siguen siendo referentes esenciales de la información y la opinión, que en la radio siguen teniendo peso, poso y profesionalidad. De las tertulias de televisión ya hablé y de cómo el presunto grado de comentarista se aplica a lo más nauseabundo de la telebasura, que uno siempre le llamará lo que es y aún diría que cada día apestando más.

 La radio, un caso a estudiar, ha tenido siempre en nuestro país un enorme rango y una impactante audiencia. Y ha seguido manteniendo ambas cosas a pesar de la irrupción e inundación de la televisión. Algo bueno tuvo y tiene que la hace estar en esa peana de donde no hay quien la pueda bajar. Quizás se llame hacer periodismo, manteniendo la vertical y la profesionalidad. 

 Luis del Olmo fue a la radio lo que el amanecer al día, que cuando la poníamos, él ya andaba por allí por muy pronto que nos levantáramos. En realidad, Luis del Olmo en la emisora estaba desde antes de que muchos de los que lean esto hubieran nacido. Él lo había hecho, eso lo sabemos todos, porque se ha encargado de hacerlo siempre saber en su querida Ponferrada en enero de 1937, donde de chaval ya anduvo por la Radio Juventud que había allí. Hizo, tiene su lógica por el sitio, ingeniería de minas, pero en realidad en 1962, ya logró entrar por oposición a Radio Nacional de España (RNE). Y desde entonces no iba a soltar el micrófono sino más de medio siglo después, en diciembre de 2013.

Durante muchos de aquellos años y, sobre todo, tras instalarse en Barcelona a partir del año 1973, iba a hacer más o menos lo mismo: un gran magazine de mañana que se llamó primero Protagonistas, después Costa a Costa, que era lo mismo en realidad en RNE, y después otra vez Protagonistas, con la coletilla de «vosotros» cuando tuvo que cambiarse a la COPE en el año 1983. Con el mismo siguió cuando se marchó a Onda Cero en 1991, donde estuvo hasta 2004, y en Punto Radio hasta 2013, para a la postre volver con su programa de siempre a donde lo empezó, a Radio Nacional de España, y jubilarse al acabar el año. 44 años y 12.000 programas. Casi nada.

 En alguno de ellos, tuve el privilegio de estar. Y no era nada fácil el llegar a alcanzar tal condición. Porque verán, si miran la foto que he conseguido rescatar de una reunión-celebración de tertulianos en la que aparezco, para ello había que tener antes ganados algunos galones en la profesión o descollar en alguna disciplina complementaria y que permitiera enriquecer el debate. Vamos, que no es como ahora, que sin haber empatado un reportaje y tras haber pasado un par de veces por una sala de maquillaje, se pasa de salir del cascarón a echar alas de halcón opinador, aunque en no pocas ocasiones en el nido y en el aire te han puesto los que te señalan el plumaje y su color. Y se sabe antes de que abras el pico lo que vas a piar. 

 Las tertulias radiofónicas mantienen actualmente como importante matiz diferenciador una cota de prestigio. En las más relevantes, quienes asoman por allí lo hacen tras haber demostrado o estar empezando a apuntar que saben un poco más que algo de lo que tienen que hablar. Algo que se suele agradecer. O sea, que algún balón han parado o algún gol han logrado meter.

 En los primeros tiempos, las tertulias, aunque llevaran ya varios años en antena, eran motivo de una discusión recurrente. ¿Cuánto era el tiempo que les quedaba y lo que iban a durar? No pocos las consideraron algo efímero. Hasta se hacían apuestas de cuándo se iban a acabar. Hoy, no sé si para bien, para mal o para aún peor, hay tertulias a toda hora y lugar, en cualquier espacio, temática y especialidad. Desde luego, si eres periodista (y sin serlo también) y no te han invitado a ir a alguna, apañado vas. Nadie puede entender ni la tele ni la radio sin su existencia. 

 Luis del Olmo, a lo largo de aquellos años, fue un auténtico pastor de tertulianos. Y esa era una de sus grandes virtudes. Sabía sacar el jugo a los que llevaba al estudio. Y por eso digo que se cotizaba mucho el ir con él. Estuve algunas veces y lo comprobé, aunque por mi peripecia y edad, me prodigue más por otros lares y otras grandes voces de la radio, entre las que quiero destacar las de Concha García Campoy, que tan joven y entristecidos no dejó, como ahora Victoria Prego, que nos acaba de dejar. Con Carlos Herrera también eché buenos ratos en mi último tramo periodístico. Y lo traigo a colación aquí de nuevo y al final, porque algo que algunos quieren hacernos olvidar lo compartieron de manera peligrosa y cruel. Algo que demostraba su influencia y su compromiso: ETA los quiso asesinar. Del atentando a Herrera y la bomba en una caja de puros que llegó a humear y no estalló aún recordamos algo. Pero ¿saben ustedes que la organización etarra hizo de Luis del Olmo, por su repulsa y denuncia continua a sus crímenes, «un asunto personal»?. Hasta en ocho ocasiones intentaron acabar con él.

 Por ello y por otras razones es también por lo que le guardo el máximo respeto y le deseo lo mejor.